Aplauso del balcón
De todos los hospitales, el hospital X es único por ser todos. Se clona en clínicas y se multiplica en los improvisados catres de campaña de todos los hospitales del mundo.
De todos los médicos, la Doctora X y el Doctor X son únicos y todos los Doctores del mundo a la vez. Lo confirma el espejo.
De todas las enfermeras, camilleros y personal sanitario, cada uno en cada cual, se confirma que son uno y todos, el mismo.
Por el tapabocas, la pantalla calzada sobre la frente, los guantes amarrados sobre las mangas, las botitas de tela por encima de la calzona de astronautas, la mirada de consuelo, la sonrisa invisible de esperanza constante, el olor de cierta calma en medio de la peor tormenta y el delicado tacto con el que toman la mano de los difuntos para despe dirse o el pulso de los vivos al filo de respirar por sí solos, y todos, absolutamente todos, tienen el entrañable brillo salado de una pequeña gota de humanidad inconmensurable, en el rabillo del ojo.
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