Fluctuación de un mercurio rojivivo
Agradezco a Andrés Nuño de Buen, compositor mexicano, quien ha propuesto su obra Fadenspiel, para podernos deslizar en esta lectura.
Pienso en las piedras litográficas sobre las cuales Heidegger procesó, en colaboración con Chillida, su libro El arte y el espacio. La idea de que el filósofo escribiera directamente sobre las calizas, fue del escultor, y sobre ellas Martin escribió: el espacio espacía (die Raum Raümt)… El mayestático libro de piedra que vi en el museo, de puño y letra y dibujo, no era ajusticiado por el folleto con el puro texto, edición bilingüe, que ocupé para enterarme de sólo una parte del asunto… Sentí que el gesto escultórico encumbraba la sabiduría del de Messkirch al activar una ontología, que de ser sólo escrita en papel, hubiese traicionado su propia naturaleza.
Difícilmente un escultor se alegraría por la condición a la que se ha sometido su obra en estos días. No haría una apología de un evento digital, considerando que lo que queda fuera es la posibilidad particularmente escultórica y escénica del encuentro, del espejeo con el otro, el abrazo en el espacio tiempo, eso que extrañamos de afuera.
Si algo cobra sentido en estas circunstancias es el disparate transversal y desmadrante que cohesiona al acontecer cotidiano. Disparate que anega el entorno y me fuerza a reclamar una ausencia que se resiste a la pantalla, al plano, a la interfaz programada como único medio. ¿Qué pueden hacer el teatro, la danza, la arquitectura, la escultura en esta situación, cuando se les pliega ¿remanga? en dimensión dos veces? Pero por ahora no me quiero poner nostálgico, ni teórico, que tal vez en algún punto sea lo mismo.
Es cierto que el esfuerzo por representar se vuelve imposible puesto que el arte es un campo en donde la falla estructural es innata, diría Ángel Bados que siempre se cuela lo irrepresentable y el sentido es mera ilusión… Donde trasciende el deseo sobra la explicación.
Me interesa el disparate, la discontinuidad, la irrupción, en forma de misterio y en forma de la incertidumbre cotidiana. Hoy que escribo, me ha dado por no ahuyentar lo que de poeta sentí alguna vez tener. Valga esto como un experimento pergeñado con extrañeza y la intuición de que algo de lo escultórico podrá insinuarse y remitirse desde estas voces.
Algunos materialistas harán como diría Oliverio Girondo mirada de pronóstico reservado; a ellos tiro estos elogios de Pablo Beneito parafraseando a Ibn Arabi: Estamos obsesionados con mantener el estatuto de la particular determinación de nuestra creencia (...) en lugar de recibir la gracia incesante de la apertura a la diversidad.
(Suena Fadenspiel)
Fluctuación de un mercurio rojivivo, pulsátil: humedezco la pella del texto para que no resquebraje el sentido... tomo el hilo de lo más improbable y del puro extracto, maestro, lo dejo escurrir: la nube que aspiro para imaginarme impregnado de una realidad menos seca, menos caliente… este calor trópico de doble metáfora: espejo melancólico de la Dortmund carbonera…de ese mínimo probable escurre otro aún más improbable para hacer una argamasa de milagro. ¡Aquí estoy! ¿No me escuchas goteando por tu altavoz en forma de marisma de cobre incandescente? En nuestra orilla te nos atardeceremos.
Adelántate en el tiempo con un par de segundos en las palmas, como copos ardientes, amigo mío, para ver si desde acá te aterrizo; para saber si no es el ego el que en mi pasado daba cosquilla y entonces rascar hasta que se derrame la precostra… fluctuación más nueva aún del destilado del destilado de lo menos probable…. Mojo con mis yemas la masa de este texto para que no truene su sentido... Como dice el manco supersónico de la calle cinco: este hasta a la humedad le saca polvo. ¡Mein Freund! Coge prenda fosforescente y desplázate tres milisegundos antes, para saber si el pasado no es pura sensación táctil estremeciendo nuestra carne, de acá te vemos y esperaremos con una cerveza tibia (o tal vez vayamos con el turco de Coapa-strasse en ese lapso, él las guarda más frías).
Traspapelado en este devaneo un símbolo asoma, y al corte del texto un meñique gordo lo prende. A volapié exhumo lo que en fijeza no asgo. Me ciño en vuelo a una sensación de la infancia que la máquina perenne ha erigido permanente: cuando mi abuela materna dejaba monedas tiradas por todo su cuarto, yo me fascinaba por su prodigalidad. Ella me consentía con chilaquiles, o con un manchamanteles con puerco y yo acechaba una mesa redonda, de un plástico que imitaba la beta del tzalam, para picotear los manjares en preparación. Entrada la tarde, en su viuda soledad se arrodillaba al pie de la cama y hoy no sé si a rezar o a llorar... Las monedas desperdigadas en su cuarto no era cosa voluntaria, eran el indicio de una incipiente ceguera.
Los alemanes y los mexicanos estamos a muy poco de ser los mismos: sobre todo porque usamos el sistema métrico decimal. Pessoa diría la gente se cansa del mismo lugar, de mí mismo no me he de cansar, aunque ahora, abandono este cuerpo que lee como en piloto automático, para acercarme subrepticio y leve como en una marea natural del sonido, hilando la procesión sublimada de mi persona, para estar junto a ti… Poso mi no cabeza en tu no regazo, y es en tu piel donde sientes, en el pliegue de la rodilla, en el ombligo, o cercano a la clavícula, un espasmo, seguido de algo que parece comezón, pero es presencia que no se agota en el escalofrío íntimo por la proximidad solidaria. Hay algo más que ya coagula, un paso adelante de la intuición, una sed porque ya notas el calor sagital de lo humano: sin forma física ¿pero de qué otra manera puede ser? Abriga a este intruso porque viaja muy fresco…
Van llegando ya los muchachos sin cerveza. Modulando un nuevo gesto para avisarnos lo obvio. Ley seca de jueves a lunes, carnal…
(RUIDO)
Dejaba en mi librero esculturas de imanes, contrapuestos los polos iguales, lograba que uno de ellos quedara pendiente. Así armé dos o tres pares. En una ocasión, a la mitad de mi sueño profundo, uno chasqueó en violento encuentro. La lógica onírica me arrojó una pregunta: ¿si hoy muriera tu abuela Enedina…? Y luego descansé muy tranquilo soñando su paz. Al día siguiente era Navidad. A la mañana me dio por cortar unos palos para afinar las distancias de los imanes... quedaban exactos, equilibrados y con toda seguridad de su equilibrio los dejé pendientes: lejos de las ventanas…. Durante la siesta en la casa de la familia de mi padre, escuché que entró una llamada… intuí que había muerto mi tío Andrés, hermano de mi madre… cuando Teresa subió a despertarme para darme la noticia, la recibí despierto, adelantándome diciendo que ya lo sabía; al mismo tiempo deduje que en mi librero los imanes habían vuelto a caer. Y sí.
Negritud de fondo de cenote en cueva nocturna: ceguera alumbrada: en ofuscación el fuego palpa la ventosa con su olfato acuático y murmura: empulpemos en trasiego seminal al virginal salado.
El nadir del tiempo es un corazón nimbado de anémonas celestes palpitando sobre sábanas mercuriales. El nadir del tiempo es un corazón nimbado de anémonas celestes palpitando sobre sábanas mercuriales.